Uno de los componentes esenciales para una buena locomoción es el movimiento de oscilación que presentan ambos miembros superiores en las distintas fases de la marcha.
Nuevos estudios sugieren que el braceo no es solamente un movimiento pasivo de los brazos como consecuencia del movimiento del tronco, sino que es un movimiento activo originado en el propio Sistema Nervioso Central.
Este movimiento oscilatorio depende de distintas variables:
- Variables extrínsecas, como por ejemplo el tipo de terreno.
- Variables intrínsecas, como el estado de ánimo, edad, posibles alteraciones musculoesqueléticas, neurológicas…
El braceo va a influir en diferentes aspectos durante la locomoción:
- Proporciona una mayor estabilidad a la hora de caminar.
- Favorece la recuperación del equilibrio ante cualquier alteración externa, como por ejemplo al tropezarnos.
- Disminuye el gasto energético.
Encontramos diversas patologías en las que se ve afectado dicho movimiento, entre las que podemos destacar el daño cerebral adquirido (tanto ictus como traumatismos craneoencefálicos), lesión medular, enfermedades neurodegenerativas tales como el Parkinson, o diversos tipos de demencia.
Esta disminución del braceo durante la locomoción va a ocasionar un mayor coste metabólico y un mayor gasto energético, lo que provocará en la persona una mayor fatiga y posibles compensaciones durante la marcha.
Además, una mayor inestabilidad a la hora de caminar podrá aumentar el riesgo de caídas, sobre todo en terrenos irregulares fuera del hogar que puedan ocasionar una pérdida puntual de equilibrio (bordillos, adoquines levantados…), o incluso en aquellos entornos dentro del hogar que presentan un riesgo añadido, como puede ser el baño.
Por tanto, es esencial una intervención desde un enfoque interdisciplinar, contando con profesionales de la rehabilitación neurológica y de la rehabilitación de la marcha que engloben en el tratamiento la acción coordinada de los miembros superiores e inferiores.
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